sábado, 7 de mayo de 2011

Lo que hago lo hago por Dios y para los demás


La verdad es que la vida de servicio no es nada fácil. Uno ve al otro cogiendo fresco mientras tú tienes mil y una cosas que hacer y preparar. Ser voluntario es una de las ocupaciones más nobles que conozco. Cuando veo un voluntario, mis ojos se llenan de alegría y sé que en este mundo aún hay esperanza.
El voluntario es el que más trabaja sin recibir dinero a cambio. Pero claro, al final de la jornada uno se siente bien de ser parte de un proyecto y haber ayudado a alguien con él. Tal vez sea el camino más difícil, pero es el más satisfactorio.

Si a alguien admiro es a las madres, a los curas y a las monjas.

Las madres nos regalan su sueño, su energía, su tiempo para que nosotros seamos felices (o al menos algo parecido); además nos aguantan cuantos berrinches hacemos cuando creemos que nosotros tenemos la razón o no queremos hacer algo.

Y sobre los consagrados, sin importar si eres cristiano o no, debes admitir que los curas y las monjas, dentro de su imperfección, hacen una labor incomparable. Y sin duda es mucha la carga que cae sobre ellos por ser la representación de Jesús en la Tierra. ¿O se imaginan ver a una monja fumando y bebiendo en un bar?
¡Que bueno que hay personas como ellos que sienten esa vocación! Porque yo no sería capaz...

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