Todo el mundo quiere que les entienda, que sea comprensiva con ellos, que sea paciente, tolerante, y que simplemente atienda a sus necesidades. Ellos se sienten mal y yo simplemente debo llevarme con su mal humor, con su poco interés y con su desánimo. Debo actuar como si ellos fueran los únicos que alguna vez se han sentido deshechos. A veces me pregunto si por sus mentes pasa que tal vez ellos no son los únicos que tienen que ir por la vida con sus rotos y remiendos. Sólo digo, cuando sea su turno de ser comprensivos y tolerantes conmigo, espero una respuesta positiva de su parte.
Debo admitir que es difícil tener un rincón oscuro donde no puedas dar cabida a nadie, quisiera (más de lo que piensan), pero no puedo, al menos no por ahora. Y por más que ignore ese rincón, ahí está en mi vista periférica, y no puedo evitar fijarme en él de vez en cuando. No se me permite ir a ciegas o simplemente mantener la vista hacia el frente. Hay una campanita, un silbido, una situación, algo para recordarme que ese pequeño hoyo negro en mi vida sigue ahí y lentamente consume lo que amo, quienes amo. Es en esos momentos, en los que me doy cuenta de lo que puedo estar perdiendo, que necesito que el juego se torne a mi favor y sean tolerantes y comprensivos conmigo cuando muestre mi lado débil.
Y no es que me pase muy seguido. Tengo esta coraza antibalas que me cubre y me protege. Sin embargo, a veces existen huecos por donde pasa el sentimiento de nostalgia y melancolía. No me culpen, es parte de ser humana.
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