El amor se disfraza de muchas formas y tras muchas personas. Lo molesto es que no soy la mejor amiga de los disfraces. Me cansa tener que estar adivinando que hay detrás de cada máscara. El amor (hasta me canso de mencionarlo) es una fiesta de disfraces a la cual deseo no haber sido invitada. Pero, ¿quién ha logrado rechazar una invitación de Cupido? Este curioso anfitrión nos maneja como marionetas en su mundo de corazones rojos. Acabo de entrar a la fiesta, converso con un sujeto interesante pero aún no descubro si el tesoro está tras su máscara. Sólo trato no dejarme cautivar por sus brillantes colores.
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