Se podía oír el dolor en su voz. Un tono que nunca antes había escuchado. Una tristeza imposible de enmascarar. Apenas tomé el teléfono se limitó a unas pocas palabras. Un cómo estás, las preguntas comunes sobre la universidad, todo bajo un son de monotonía.
Él presentaba los clásicos síntomas de una separación. Aun consciente de sus metidas de pata, era inevitable extrañar el aroma del hogar. Él no dijo más en aquella llamada, pero yo lo sabía: la extrañaba.
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