Ese día habían decidido reunirse para compartir con los amigos. Era un poco antes de la hora acordada por lo que pensó que nadie aún había llegado. Dada su característica intromisión, se precipitó al interior de la casa sin pensarlo. Ya había sido recibida anteriormente en aquel hogar por lo que no dudó en entrar.
A uno o dos pasos del umbral de la puerta, el ambiente se hallaba callado. Las luces estaban apagadas y la luna iluminaba vagamente el vestíbulo.
Se aventuró hasta el comedor donde pensó haber escuchado algunas voces. Allí sentado estaba él. Sorprendido y feliz de verla, fijó su mirada en ella y le sonrió. Ella, muy tímidamente, no hizo más que responderle con otra sonrisa.
Con él estaban su madre y su padre quienes miraban expectantes. Él les presentó su recién llegada invitada y ambos parecían estar complacidos. Pasada aquella escena incómoda, la invitó a tomar asiento. Estando cerca de él, podía sentir su corazón queriendo despegarse de su pecho. ¿Sentiría él lo mismo?
Luego de algunos minutos, llegaron los demás invitados. No pasó mucho aquella noche. Charlaron al pie de la fogata mientras pretendían que nada acontecía... pero entre tanta actuación ambos se deseaban profundamente.
La velada duró poco. Quizás por cobardía, la boca nunca habló lo que el corazón sentía. Ella partió sin saber que la noche anterior él había soñado con ella. Y él despidió el día convencido de que ella no lo quería.