Por mucho que quiera decir, mido mis palabras con cinta y regla, no vaya a equivocarme mientras digo. Y es que si dijera cuantas cosas dijera, la carga de las consecuencias sobre mi cabeza caerían. Y en el arte de medir el alcance de las palabras, vale más esperar que el tiempo dicte qué tanto dejaremos a nuestra boca hablar. Pero debo afirmar que sin mediciones que me contengan, hace tiempo habría hecho caer sobre ti, como un discurso, una lluvia de palabras.
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